Me dices tienes miedo de enamorarte,
de sumergirte en el mar del amor y entregarte,
que tienes miedo de nadar y quedarte sin aire.
Te sientas a llorar a orillas de la mar,
anhelando ser sirena e irte a nadar,
y no ves que ya tienes escamas
y no ves que el mar está en calma.
Las olas han impedido que te sumerjas,
por el recuerdo de una furiosa tormenta.
Ahora limitas la inmensidad de la naturaleza,
"¡Y no ves tus pies convertidos en aletas!"